Que mejor escenario para la obra Ejecutor 14 que el patio
(aún sin remodelar) de una antigua escuela: el Colegio Central. En las gastadas
paredes todavía pueden verse los vestigios de lo que era la “tiendita”. Una
pequeña tarima, gradas de madera, dos o tres troncos y algunos bloques de construcción
completan la escenografía de la obra Ejecutor 14, con Nicolás Rivera como actor,
dirigido por Marcos González.
Foto: Ana Isabel Campillo |
“No, de pequeño yo no era cruel”...
Siendo adamita, soñaba con llegar a ser jefe supremo. Pero
la guerra. La guerra arrasa con todo, los sueños también. La lucha es esquivar
la muerte, esperar la llegada del silencio para salir en búsqueda de alimento,
municiones o seres queridos. La esperanza es volver. Pasajes de la guerra son
contados por este personaje y con ellos viene la nostalgia por un mundo de paz,
memorias felices, recuerdos de cuando jugaban todos juntos sin importar el clan,
de cuando eran más humanos. El actor
nos invita a acompañarlo en sus reflexiones, en el viaje que desde la soledad y
el odio emprendió para sobrevivir.
“- Ven conmigo Petite Amie, para que así seamos
dos
-
¡Noooo,
aquí están mis cosas!, aquí me quedaré”
El corazón se me achica cuando llegamos a la escena que
cuenta como unos soldados enemigos lo obligan a mirar la muerte de su compañera.
Es en ese momento donde el dolor y el odio transforman al protagonista en
verdugo, un guerrero de su circunstancia.
Este es el punto de vista que me parece mas interesante de la obra, está
relatada desde la vida de un ciudadano común, que se habita esa ciudad durante esa guerra. No es la historia de siempre, esa que presenta a los
soldados o como simples asesinos irracionales o como patriotas románticos,
libertadores del pueblo en opresión. No, Ejecutor 14 cuenta la historia del
diario vivir o morir en la guerra y a pesar de ello, seguir viviendo entre el
dolor, la fortaleza y claro, el miedo.
Orgullo e identidad son un arma de dos filos; salvación o
condena, dependiendo quien pida la identificación.
El actor corre, salta, juega con los bloques de cemento, se
esconde, esquiva y tienta al enemigo mientras su cara y voz se transforman. Ya alguna vez Benjamín Alonso hizo
mención de la voz del actor en la revista Crónica Sonora, por su buen volumen y clara dicción (todo se escucha). El trabajo
interpretativo que Rivera ha creado en esta obra mantiene no solo un “timing”
preciso, pero además el flujo energético, la alteración de la voz y su
presencia escénica logran que la audiencia acompañe al intérprete en su transformación a guerrero ejecutor, el actor logra pasar de la narración a la evocación, en esos momentos brillantes, uno como espectador también vive
la obra, la magia del arte en vivo, lo sensorial del arte directo, eso por lo
que uno decide ir al Teatro. El arte vivo.
El final llega sin drama. Otra víctima, una baja más... la muerte entra por el pecho, suena una explosión y el obscuro marca el silencio para el adamita.
Al terminar la obra, el intérprete (con su voz natural), hace un
breve comentario sobre el autor y la vigencia de la obra comparándola a la
situación actual de nuestro país, la guerra contra el narco, la lucha por la
sobrevivencia de todos los días, los niveles de violencia que solo se dan en un
país en guerra, etc… En mi caso, salí de la función pensando en las guerras
personales, esas situaciones en las que uno debe o debería transformarse de víctima
a verdugo, de ciudadano a guerrero y esas otras en las que, aunque se quiera,
simplemente no se puede.
El mensaje final
hace eco en mi cabeza, a pesar del miedo la vida continúa, los mexicanos
caminamos las noches con cuidado, los días en alerta, no confiamos en casi nada
ni nadie. Andamos la vida con miedo, esquivando las situaciones difíciles,
valorando los riesgos, esperando la calma
y el silencio para salir.
Ejecutor 14 tiene dos últimas funciones miércoles 24 y
jueves 25 de abril a las 20:00 horas en la Quinta de Anza. La cooperación es voluntaria.
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